sábado, 18 de octubre de 2008

Vintage does not stand for ad-vantage

Era una hoja blanca. Ingenua. Sin dos caras. Era ella y con eso bastaba. Luego, alguien le fue mostrando quedamente las delicias de la tinta. Poco a poco se fue manchando de tinta negra y contundente, endeleble; de tinta azul divina, de tinta roja y escandalosa. Se llenó de memorias, de risas. Los miedos teñidos se fueron expandiendo a todo lo largo de su espacio, tal como un gato se desparrama por la alfombra.

El problema fue que los recuerdos ya habían sido de todos. Quienes le incitaron a tatuarse las palabras ya les conocían de antemano. Por supuesto que no era su intención enseñarle de la vida a la pequeña inexperta, sino revivir la de ellos a través de tan inmaculada hoja.

Ahora es sólo una copia, y cierto, cada señor tiene su original.

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