jueves, 25 de marzo de 2010

monologue

(INT. Una casa. La cocina, o cualquier cuarto que no sea dormitorio ni baño. Una mesa y una silla, que no sean de madera. Sobre la mesa hay algunos libros y hojas de papel. Ella vestida informal, de cualquier color excepto rosa. Cabello suelto y desarreglado. Está sentada de piernas cruzadas dando el frente al público, reclinando su costado derecho sobre la mesa y comiendo flan. Cucharea un rato y después se queda pensativa, sosteniendo su cabeza con la mano que le queda libre. Se ve cansada.)

ELLA: (Lentamente) Cada día me siento más estúpida. Cada vez me siento más frágil,
más hueca, más idiota. Tres años de la mentada emancipación y todavía me da miedo quemarme con el aceite caliente que salta del sartén cuando toca hacer huevo. (Se desespera) Tres años, y todavía no puedo organizar mi puta vida, carajo. (Pausa. Se queda mirando el platito con el flan y se enternece su mirada, jaja.)

(Al flan) En esta casa sólo somos nosotros, y nada más. Bueno, nosotros y los papeles, los trabajos y los días…

(Estira la mano y agarra el papel más cercano. Lee) Hacer un recuento histórico y crítico de las diversas manifestaciones literarias… comprender los procesos de continuidad, transformación… (imitando la voz de algún intelectual pedante) naturaleza dinámica y heterogénea del realismo… (suelta la hoja) Ah, la naturaleza, caray: heterogénea, siempre cambiante y hermosa. Debí haber estudiado otra cosa, hombre.

(Agarra la hoja de nuevo y comienza a escribir por el reverso) "Qué hago aquí, o: por qué vine a la ciudad", en 15 minutos. Ejercicio introspectivo a una mano por la señorita Indiana Proscrita del Auto-exilio número 10-32-89-5, donde intenta hacer un recuento cronológico y crítico de sus motivos como emigrante y al mismo tiempo lograr el título más largo para un escrito inútil y de nula trascendencia literaria, comenzando en la ciudad de Monclova, Coahuila… (tacha) no, aquí no. (Recomienza) Dictado en la ciudad de Guanajuato el 23 de…(tacha otra vez) aquí tampoco. (Vuelve a escribir) Ciudad de Monterrey, Nuevo Le-- (tacha de nuevo) ¡aquí menos!

(Deja de escribir. Con voz cansina) De todas maneras, no importa: ahora estoy aquí.

Vine a la ciudad porque quería sentirme extranjera, auto-exiliada. "Quería repensar todos los pasajes que alguna vez leí", danzando entre el humo de mi olvido. Allá todo hablaba sobre lo mismo, ya sabía lo que me esperaba. Cuando se es débil, frágil e inexperto [imagínese usted, amable espectador] uno cree inocentemente que la autosuficiencia reside en creer en sí mismo, que basta confiar en su ente, su intuición, su gente y sus lentes [para ver mejor]. Pero no, la vida no es así. La vida es tropiezo, raspones y nudillos sangrando. Es sudor, es salado y es peste. ESO es la vida. Sí, la vida es sudor y demás fluidos corporales. Porque JAMÁS habrá de sentirse uno más purificado que después de sentir el sudor desaparecer de sus adentros, después de arrullarse solito una vez terminado el llanto, después de amar con frenesí, sí, sí.
(toma otra cucharada de flan)

Quería sumergirme en las violentas aguas de la ciudad monstruosa, probar mi habilidad de mujercita. Luchar yo, como el salmón, abriéndome paso contra la corriente; encontrar pertenencia, entender qué soy. Y después, regresar a casa. (Se queda mirando la cuchara)

Aún no sé dónde queda eso. A estas alturas, creo que ya ni importa. (A partir de aquí, a discreción del actor/director/lector, ELLA es libre de levantarse.)

A veces siento que la vida se deshace en cuadros: cuadros citadinos, cuadros sentimentales, cuadros de honor, cuadros coreográficos, cuadros de infección... También hay círculos viciosos, triángulos amorosos. Esa incorregible tendencia a comprender la vida atribuyéndole consistencia geométrica [válgame], y uno desparramándose informe. (Burlona) Cha-leeeee.

(Se acurruca en el piso) Ay, Henry. Yo también estoy aquí por razones que todavía no termino de comprender. Yo tampoco tengo dinero, ni recursos o futuro; en todo caso tendré todavía unas cuántas vagas esperanzas. Y sin embargo, de vez en cuando siento que todavía podría ser la más feliz del mundo… (cierra los ojos) Aunque esté sola.

(Abre los ojos, se incorpora.. Mira hacia el flan.) Desayuno sola. De un tiempo para acá me toca comer sola. [Antes no soportaba hacer eso. Me volvía loca el sonido de la cuchara golpeando el plato de la sopa, haciendo ecos por toda la casa, vacía.] La mayoría del tiempo ando sola por las calles. Me sé sola. La compañía es momentánea, todos se van. Los hermanos, los amigos, los jefes, los mismos; todos se van al final del día, cuando terminan las clases o la conversación interesante, o el amor, o la música, o el baile. 22 millones de güeyes en la ciudad, y everybody leaves… Incluso ellos, los que juran con toda su calentura y virilidad entre las manos que jamás van a marcharse, se van al amanecer. [Ojalá se fueran con el frío…]

En cierto modo, he aprendido a quererme así, sola. Hay ratos – esporádicos, para ser honesta— en los que no necesito a nadie más. ¿Para qué añorar la compañía? Decía que hay ocasiones en las que, de repente y sin saber cómo, me he hallado sonriendo, radiante. (Riendo) El momento más ridículo que he tenido en mucho tiempo: hallarme cantando, inexplicablemente contenta, mientras lavaba los platos. Lo estaba disfrutando. No me importaba un carajo estar sola, aunque estaba consciente de ello. Era feliz lavando trastes. Pude haber gritado "¡Que se vaya al carajo el mundo, no me importa! Aunque esta ciudad se hunda en el fango de años y años de mierda" y no sentirme triste. Ese momento pudo haberse expandido [eran demasiados trastes sucios, no los había lavado en una semana], y sin embargo la soledad y yo parecíamos amigas. Los trastes también se veían amigablemente sucios. Si no, dudo que hubiera cantado. De todos modos, se acabaron los trastes sucios. Y con ellos, mi felicidad fugaz y solitaria.

La vida aquí sabe a sal, a sal y tierra. Será por eso que lo dulce nos parece tan efímero y bello. Quizá por eso lo buscamos tanto. Bueno, al menos YO lo busco así, en mi soledad.

¿Para qué? (Piensa) La soledad es un abismo. La soledad es silencio. Hay abismos deliciosos, lo sé. Yo recuerdo una noche, un cuerpo ajeno, un sofá... y en ese silencio hubimos de arrojamos los dos. Soledad con soledad, silencio con silencio, mitigando nuestra urgencia con sordina, con suspiros entrecortados, con retazos de canciones y lágrimas. Yo hundiendo mi vida en sus ojos, atiborrando sus silencios de sonrisas y gritos; él meciéndome desde su mirada, como las olas apacibles, quedamente arrullando la vida, el sol y la edad…Al día siguiente, mi soledad-silencio había adquirido una dimensión más profunda. Cada día me entendería menos a mí misma, desencantada pero al mismo tiempo llena de intriga. A final de cuentas, él también se fue. No lo culpo. Personalmente, duermo mejor sola. Será la costumbre, pero así descanso mejor.

domingo, 7 de marzo de 2010

Let's say I did.

I fell in love with him
and everyday I'm craving for his lips, his taste
his skin.

One on one,
his love colliding mine.
I try to contemplate the past without saddening
I think I'm hurt already.

I screamed my insides out this morning.
I can't help
calling out his name
in the dark