martes, 21 de octubre de 2008

Quién soy yo para hablar de mística.

Querido escritor:

En tu casa ya nada queda salvo tu mesa, una silla y la máquina de escribir. Las paredes permanecen con la pintura descarapelada. Sobre el suelo, se acumula el polvo de todas las ideas que has desechado, y otras que nunca supiste traer a la existencia. Henchidas las persianas-pestañas de tus ojos, ¿a dónde irán los recreos de tu infancia, ahora que la vida te va quitando aliento en vez de suspirar esperanza?

Con cada tap tap de tu mano contra la mesa berreas: "es que no gano nada aglutinando las voces de una historia."

Qué importa colgar los retratos donde asimismo abandonas tu sombrero, besos matinales sin brío y canciones que te infunden un miedo inconmensurable a verte en el espejo. Porque pasaron ya los temblores, sobre las ruinas construiste nuevas caídas y la vida te ha dejado con experiencia (y una joroba divina).

Pero.

Con cada día que pasa, pierdes el aire, el (cl)amor, y la vista.

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