lunes, 28 de abril de 2008

Días ligeros

El error comenzó con un beso
Beso tierno, apurado, explosivo
Beso profano, beso insensato
Beso corrosivo

El amor comenzó con dos manos,
dos ojos, dos labios
dos deseos
vigorosos,
y llenos de delirio

La canción comenzó con un olvido
se paseó por pensamientos clandestinos
por engaños traicionados
y terminó con un silencio armonioso

El vals comenzó con una imagen sin lamentos
con un imbécil con pretenciones de marfil

Terminó con un retrato de manos blancas
ojos bellos,
labios delgados
y saliva rancia

En el principio, estuvo el defecto perfecto
Al final, se borró todo

Quedó el azul

Luna

Nació en el parque, colgada del cielo
a veces ciega
a veces en columpio

El rostro albino
y los ojos blancos
destilando luz

Nació de noche, brillando azul

Luna creció afanada
entre calles desiertas
dolores de madrugada
y gatos que le perseguían en su recorrido

Entre magos y adivinos, y esos dibujantes
que jugaban con ella

Niña pagana,
diosa del destino

Le llora a los amantes
al deseo del mar
protege a todos
y luego los golpea

hasta arrojarlos al precipicio

Tres poemas para Adán

En un principio, estaba la manzana
que al atorarse en tu boca se hizo nuez
luego obsesión
y al final quedó escondida entre palabras reprimidas

Después fueron las hojas, por vergüenza
y en pos del pudor vano
fueron elegidas para cubrir tus irrisorios materiales
creadores de vida

La sed, el hambre, la muerte
Caín y Abel:
La culpa no es de uno solo,
recordá que compartimos el mundo

recordá que compartimos un poco
de la misma costilla.

domingo, 27 de abril de 2008

Hematomas

Hematoma:
Sangre coagulada que se mezcla con estiércol en mi almohada
en mi cara y en tu cama, en la líbido del día
y la inocencia de una madrugada sin sabor
de una mañana sin frío

Hematoma:
La palabra masticada que describe mis rodillas y nudillos
la pasión y la furia reprimida que se extiende por el cuerpo
al no poder romper la piel.

Hematoma: un beso frustrado
con tinta roja
que sabe a sangre

II

Quisiera trascendcer la materia cotidiana
del sombrero, el apretón de manos y la sonrisa tonta
toma un morétón
toma el golpe, el beso
la herida
(soy yo, en la tierra)

yo soy un hematoma enterrado en tu boca,
sangre que se mezcla con tu risa

domingo, 20 de abril de 2008

Nothing Better

extraño cuando escribías, y tomabas vodka
al tiempo que me acariciabas la cabeza
si pudiera, volvería a tirarme en el piso de tu cuarto
me quedaría dormida


porque nunca hubo nada mejor que abrir los ojos y verte
sosteniendo la botella contra tu pecho, delirando
con todos los cuadernos tirados a tu lado
y la lámpara prendida

¿no sería lo mejor, el volvernos a rentar un cuarto de motel
de vez en cuando?
yo durmiendo, tú escribiendo
yo soy polvo, eres viento


y al final
nos largamos sin pagar

martes, 15 de abril de 2008

La última carta

En un día irrelevante, Violeta se despertó de golpe. Sentía que aspiraba polvo cada vez que respiraba, se asfixiaba. El estéreo seguía encendido, las puertas abiertas. Ah, la ventana no estaba cerrada...


Posó sus pies descalzos en el piso, aferrándose al buró frente a su cama para no caerse por el mareo que le venía todos los días al levantarse de ella. El suelo estaba frío, hacía calor. Afuera, a través de la ventana, el cielo era café...


Salió de su cuarto para asomarse y ver si había gente en la casa. Nadie. Bajó a desayunar. A través del ventanal, el cielo seguía siendo café.


El sonido de la cuchara golpeando suave, rítmicamente el plato de cereal se multiplicaba en ecos a través de la soledad en la casa. Cuando no había nadie hasta sus pasos descalzos se escuchaban, del sótano a su cuarto. A Violeta le daba miedo. Lo ignoraba constantemente, pero muchas veces le asustaba.

Era una aversión a la soledad que había sido tantas veces viciada.

viernes, 11 de abril de 2008

Huesos desviados

Lo incómodo del cabello corto, tal como lo traía Violeta, es que cuando le daba calor, no le alcanzaba el largo para hacerse un chongo. Así que mientras esperaba al camión, no le quedaba más que morir horneada por su propio pelo, y con los hombros quemándosele por el sol que caía directamente sobre sus hombros y la espalda otrora tapada por esa espesa cortina de hebras teñidas de algún color extravagante.

Iba pensando en lo que habría de contestar al gerente con el que se entrevistaría para el trabajo:

Sí, mire señor. Yo quiero que me pague. No me interesa crecer en el ámbito laboral ni conseguir oportunidades. Lo que yo quiero es que me retribuyan mis levantadas a las 4 de la mañana para checar mi tarjeta temprano y coordinar papelitos cada vez que a usted se le hinche. Le puedo redactar lo que quiera, no me interesa mucho qué sea con tal de que cada quincena yo pueda obtener regalías, ingresos, bah, como le llame. Por mí está bien, pero pague.

No eso no era muy alentador. Al menos, no para el gerente.

Pues sí señor, la verdad no me gusta que me hagan preguntas de este estilo, porque yo no sé quién soy. Si me pidiera describirme, no podría asegurarle "soy responsable", porque a veces soy bien mediocre, o que "soy respetuosa", porque casi siempre me tiene sin cuidado el limitar mis palabras porque puedan ofender a alguien.

No hace falta decir que de los pocos talentos que poseo, ninguno le atraería. No creo que le interese saber que no me gusta el baile, que es una ironía que escuche a Serrat y lea a Sabina, porque no soporto su voz ronza, y sin embargo me derrite su poesía ácida y ocurrente. Siento que usted me inspira poca confianza, y mire, aquí me tiene soltándole una sarta de confesiones atípicas.

No, eso tampoco. Ni que el gerente fuera terapeuta. Lo último que necesitaba era trabajar en un departamento de psicología.

El camión se detuvo frente a ella con un chirrido espantoso. Lo abordó, pagó al chofer (gracias, el bato no traía cambio), y se sentó en los asientos de enmedio, al lado de la ventana. A ver, repasemos otras posibles respuestas para la entrevista.

¿Qué edad tiene?

Cuarenta y cuatro, respondería ella, inmutable, como si fuera una verdad indiscutible.

¿Algún padecimiento que usted sufra? Alergias, reacciones, enfermedades crónicas...

Pues creo que ninguna, salvo alergia al chocolate, y tengo todos los huesos desviados.


Posiblemente, si contestaba así el gerente la iba a mandar sacar de la oficina. Violeta tuvo que resignarse a formular respuestas convencionales, en las que ensayaba su ego y trataba de parecer inofensiva, y con suerte no tener que explicar que la razón de sus ojos lilas es porque era albina.

Hola Juan

Se sentía muy feo, tener que abandonar su casa...

Tuvo el impulso de cortarse el cabello. Inexplicable. Corrió a donde el peluquero. No esperaba que la cuestionaran. Se remitía a darle órdenes a la muchacha que la atendía:

"Córtalo arriba de los hombros, a ras del cuello"
"No, el fleco más corto"
"Poquito más arriba de la ceja"
"En zig-zag"

El mar de cabello que yacía circundando la silla era grueso y pesado, como la paja. Se miró al espejo cuando le quitaron la bata, y vio que su cara se veía despejada, abandonada sin esos largos hilos; naturaleza muerta que otrora colgaban y le acariciaban las mejillas y el cuello, los hombros, la espalda. Y pensó que era triste que el cabello no sangrara, y que las uñas tampoco. A final de cuentas, eran las partes que resultaban mayormente mutiladas, de todo el cuerpo. Mínimo deberían llorar, como ella lloró la vez que la asaltaron en la plaza.

Falta algo más, se dijo para sí. Los cabellos no sangran. No pueden ser rojos. Saliendo de aquí voy a ir a ver a Juan.

Pagó al peluquero, salió. Subió al carro y se dio cuenta que en realidad no quería llegar a su casa. Luego entendió que tampoco le interesaba mucho ver a Juan.

Hematomas largos, blancos y morados
arcoiris negros, ojos de azul violenta
a mitad de la calle te puedo desnudar


Apagó el radio, a pesar de que esa canción le gustaba demasiado. Era muy típico de ella, altibajos, contradicciones contínuas. Alguna vez escuchó el nombre de ese desorden, pero como le asqueaba la psicología, lo había olvidado. Lo siento, Benoît, pero a mí no me complace el delirio de grandeza que tú tienes, cuando crees que puedes saberlo todo sobre mí. Si querés saber algo de mi vida, nena, le dijo una vez un artista perdido en arrabales, echá un vistazo a mis pinturas, mirá lo que describo en mi dibujo. Ése soy yo, lo que pasa es que estoy muy escondido. Debés buscar denso.

Denso, como una herida profunda, difícil de borrar porque el recuerdo sigue persistente. A él nunca lo iba a olvidar.

Basta, decidió que no podría sobrevivir el tráfico endemoniado de la calle si no ponía de nuevo una canción. Gracias al señor DiosTodoPoderosoSeñorAntiDiluvios, AmantedetodosloshombresporqueAmorOmniaVincit, y a la máquina de sincronización aleatoria que usan las cadenas de radio que ya no se toman la molestia de contratar locutores, la canción del Hematoma seguía escuchándose. Todos los días la escuchaba: en las mañanas, saliendo de la escuela, cuando iba a dejar a su hermana al hospital, mientras esperaba a Benoît en su casa. Quería ser un moretón permanente en la piel de las personas. Quería que nunca la olvidaran, le tenía un miedo indiscutible a la tormentosa soledad.

Media hora después, con el brazo izquierdo bronceado por el sol de mediodía (era el que siempre sacaba por la ventana) mientras conducía, estacionó el carro en frente del parque. Subió las escaleras con desgano, e inmediatamente después de tocar el timbre, desvió la mirada lejos de la puerta. Podría contemplar cualquier cosa, el cerro, la calle, la pared rugosa, con tal de no mirar quién le iba a abrir la puerta.

Se oye el chasquido de un pestillo. El pomo de la puerta chilla cuando gira. El aire del vacío se comprime, se hace para atrás para dejar que la puerta se mueva.

"¿Violeta?"

Ah, perfecto. Sí estaba en su casa. Se dió la media vuelta y con una mueca en forma de sonrisa, dijo inocentemente,

"Hola Juan."

jueves, 10 de abril de 2008

estupideces

Silencio antes de nacer, silencio después de morir:
La vida es puro ruido entre dos insondables silencios.
I.A.

J'ai pas besoin d'écrire
car il y a des fois
quand je perds complètement
la joie de prendre papier et mots
et les dessiner, avec ma main

J'ai pas besoin de créer nouveaux mondes
j'ai pas des idées inexistantes

je ne suis qu'autre fille perdu
qui s'entretiens
et cherche une excuse gonflant
pour laisser son désir mort,
sur son lit


---

Y uno aprende
Jorge Luis Borges


Después de un tiempo,uno aprende la sutil diferencia
entre sostener una mano
y encadenar un alma.

Y uno aprende
que el amor no significa acostarse
y una compañía no significa seguridad.

Y uno empieza a aprender...
Que los besos no son contratos
y los regalos no son promesas.

Y uno empieza a aceptar sus derrotas
con la cabeza alta y los ojos abiertos.

Y uno aprende a construir
todos sus caminos en el hoy,
porque el terreno de mañana
es demasiado inseguro para planes...
Y los futuros tienen una forma de caerse en la mitad.

Y después de un tiempo
uno aprende que si es demasiado,
hasta el calorcito del sol quema.

Así es que uno planta su propio jardín
y decora su propia alma,
en lugar de esperar a que alguien le traiga flores.

Y uno aprende que realmente puede aguantar,
que uno realmente es fuerte,
que uno realmente vale,
uno aprende y aprende...

Y con cada día uno aprende...

viernes, 4 de abril de 2008

Hematomas

Hace tiempo, pasaba por la mueblería,
y decidió entrar, de una vez por todas,
a elegir el sillón sobre el que habría de morir.



Ninguno le gustó.

jueves, 3 de abril de 2008

Temprano en la mañana

Te iba a comentar acerca de los miedos banales de las circunstancias de hoy en día. Verás, eso de caerse de las escaleras tres veces consecutivas irremediablemente significa que los desmayos se están volviendo crónicos y más frecuentes. Sin embargo, sigo rehusándome a ver a algún doctor. No confío en ellos desde hace mucho tiempo y posiblemente lo único que me digan al final sería algo como pues la verdad no me interesa lo que tenga pero si quiere tenga estos sedantes y vuelva mañana y luego otra vez dentro de quince días, porque mi hija quiere una bici nueva.

Yo le tengo un especial pavor a las caídas. Es como la traslación del dicho de "Poner los pies en la tierra." Lo peor de todo es que yo ni siquiera voy tan alto. Quiero decir, lo más alto que he estado en mi vida ha sido quizá el segundo piso de la Torre Eiffel. Si quieres un día de éstos vamos, nada más que pueda levantarme y ya está. Pero bueno, que a mí no sólo me han devuelto los pies a la tierra, sino el cuerpo completo. Son de esos accidentes que cuando la gente te topa en la calle, y tú explicas con total detalle lo sucedido, no te creen. Y sin embargo, es totalmente verídico el que ibas en el penúltimo escalón, resbaló el tacón de tu zapato y caíste sin remedio recibiendo el impacto en la sien derecha, cerca de la ceja, en el pómulo, y arriba en la cabeza.

Después, no hay nada. El sonido se pierde, y un punzante dolor se extiende a lo largo y ancho del cerebro. Gritas como nunca lo habías hecho, pero no lloras. Minutos, segundos, horas después, te levantas. El hilito de sangre que se baja por tu cara y resbala en tu mejilla también se queda guardado en el piso. Después, erróneamente, mueres, porque te duele y te mareas, y decides irte a dormir.

martes, 1 de abril de 2008

Historia de la hoja blanca, parte III

Postal Service

-No soy buena para hacer diálogos - dijo Daine.

-Nadie te lo está pidiendo - le respondió Jan.

Daine se le quedó viendo fijamente por un largo rato. Tenía que hacer algo con ese silencio incómodo que comenzaba a prolongarse y expandirse, nublándolos y arrinconándola a ella donde no sabía qué hacer para contrarrestarle. Desvió la mirada hacia otra parte, mientras él se limitaba a sonreír. Divididos entre silencios y miradas, pero tomados de la mano, y con el brazo de él rodeando la cintura de Daine, seguían bailando en el sótano.

"Piensa en algo para decir, un tema para hablar", se repetía Daine. Pero en lo único que podía pensar era en que de repente estaba bailando con un tipo que se había topado afuera de su casa, quien venía de España, y que realmente no sentia que tuviera que ver con ella en lo absoluto. El haberse conocido fue un error desde el principio, ya que las cartas de él se quedaron equivocadamente en el buzón de Daine, y ella tuvo que corregir esa falla, atribuible total y legítimamente al deficiente servicio postal. Osea que la conversación derivada a raíz de dicho evento malamente ejecutado fue por mera cortesía; en realidad ella no tenía interés en permitir que un foráneo español con nombre de checo/húngaro/austríaco bailara con ella.

Así que ahí estaba, permitiendo que Jan le tomara la cintura y se deslizacen lentamente de un lado a otro. Tal vez Daine había permitido que el error inicial de las cartas mal repartidas se extendiera demasiado lejos. Y ése era el error, que continuaba con un nuevo error cometido por ella.

Viéndose estancada en esta situación, Daine se encuentra bastante ansiosa por conseguir que el error pueda retomar un nuevo curso y se autocorrija. Para ello, necesita un tema de conversación lo suficientemente impactante o desagradable para que Jan sea tomado por sorpresa, le pueda soltar la mano, y dejen de bailar.

Podría mencionar los cientos de fotos que ella tomó cuando visitó un pueblo de esos que estaban en guerra. La gente destazada, las mujeres asesinadas a pedradas, los niños con los sesos de fuera, los brazos mutilados, las balas perdidas. Y si eso no le resultase a él suficientemente turbante, entonces podría añadir el éxtasis que ella sentía al tomar esas imágenes, porque sentía que los ojos de esa gente soltaban gritos más desesperados y aturdentes que cualquier sonido amplificable, con todo y los vicios de la tecnología. Se sentía conmovida al ver tanta sangre, se daba cuenta de lo efímera y tangible que puede ser la vida al mismo tiempo. Y además diría que amaba la fotografía porque sentía que podía recolectar el tiempo, las emociones y la vida misma, que tomaba fotos porque le asustaba el hecho que tal vez no podría conocer muchas cosas y que otras las podría olvidar. Así que también tomaba fotos para recuperar, según ella. Entonces le explicaría que ella lo tomaba como una inversión millonaria de tiempos y espacios, un fondo de ahorro, su propia colección de momentos, y que ahora que lo pensaba, ella nunca había fotografiado nada que tratase acerca del error, y que viéndolo a él en esos momentos, resultaba el ejemplo perfecto de uno de ellos. Le diría que le permitiera retratarle, y que la suya fuera la foto del error. Entonces Jan trastabillaría y soltaría cualquier excusa rebuscada para abandonar el sótano y marcharse, dejando a Daine parada en medio del piso, sola, con la cámara en mano.

Pero no, no es viable, se dice ella misma. Escupirle todo ese discurso improvisado sería, primero que nada, darle pie a uno de sus tantos soliloquios. Segundo, realizar una confesión de esas que no se le hacen a un extraño indeseable en forma de error. Y además, implicaría continuar con la cadena de equivocaciones causadas por culpa del servicio postal. Daine no sabía qué hacer. Realizar ese último escape estaba fuera de consideración. No hay otra salida, no hay nada que hacer. Inevitablemente, y con las canciones de bolero como fondo, Daine cierra los ojos y de súbito besa a Jan.