viernes, 30 de mayo de 2008

Volver

Primero que nada, necesitaría una dosis fulminante de regresiones masivas, acompañadas de varias horas de música lastimera y deprimente. Para evocar tu recuerdo, no hace falta mucho esfuerzo. Para añorar tu presencia, se requiere de más...

Más... ¿café?
¿alcohol?
(cerveza, vino, lo que quieras, en litro, en botella)
A veces sólo se necesita un olor, un dejo de loción captado por azar, al vuelo.

Tal vez una película, un rostro, un gesto ajeno, una mirada.

Je dis aime, et je les aime, sur ma planète.

Pero no te veo.
Y tampoco te puedo (d)escribir más.

Entonces, adiós.

jueves, 29 de mayo de 2008

Stellet licht

Pusieron los papeles a su nombre, mientras ella se resquebrajaba de fiebre en el hospital. Pero había tenido siempre esa eterna y constante luz silenciosa que les hacía creer que se iba a recuperar. Mientras tanto el notario firmaba, y Marlène vomitaba sangre en el bote de basura al lado de su cama. Tenían la vaga pero permanente convicción de que pasados los vómitos, ella podría irse a su casa, continuar con el tratamiento, el baile. El doctor había dicho que a su edad, a pesar de su condición, Marlène sería capaz de valerse por sí misma. La madre podría entonces reclinarse al fin en su hamaca y pensar para regocijo de sí misma que pudo con una hija desquiciada, que lo que pasara después ya no sería su culpa pero que podía reclamar de vuelta las atenciones invertidas durante dieciocho años cuando ella tuviera unos ochenta...

El dinero que se ahorraría, las cosas que se compraría con él. Incluso podría marcharse a la playa, pagarse un tour. Invitar a aquel susodicho amante a vivir con ella de tiempo completo, sin interrupciones de índole maternal...


"La esperanza muere al último."

Cierto, Marlène murió primero.

martes, 27 de mayo de 2008

Cotidiano

Y hoy hemos vuelto a llorar por ti, y consolar a los niños hirviéndoles té de manzanilla sin explicarles por qué aún no pueden salir al patio a jugar. Ya han dibujado tu silueta en el cemento, hurgado en tus libros y tus cosas para encontrar una razón. Los niños se aplastan contra la ventana, pero no pueden ver hacia afuera y contemplar el jardín, pues todavía no hemos limpiado las manchas de sangre ni removido tus zapatos del pasillo. Aún teníamos la esperanza que fuera una de tus asquerosas bromas, como la vez que te dibujaste un moretón gigante en la mejilla con tinta permanente, o como la vez que decidiste saltar de las rejas colosales en la iglesia, y esparciste sangre falsa por toda la pared.

Pero no.

Mientras íbamos a misa, como todos los domingos, decidiste que renunciarías a lo cotidiano: intercambiar tus risas socarronas de todos los días por nuestras lágrimas constantes durante las últimas semanas. No hemos quitado ni la cuerda ni la navaja por instrucciones del policía. Pero los niños no pueden salir a jugar.

6:59 a.m. (o la vida cotidiana)

¿Qué hace la vida cuando no baila?
¿Qué hace la poesía del mundo cuando no inspira?
El escritor se revuelca en su charco de herejías
El bailarín engorda sus bajos instintos
Y el artista llena hojas completas de mentiras

¿Qué hace el sonido cuando se ahoga su melodía?
El músico no respira, y el vago se redime
Baila el Papa, llora el joven.

En lo más alto de la calle, los taxistas fuman su última porción de mariguana

Sabemos que en este retrato
cualquier cosa nos repugna
Pero por dentro, la envidia nos corroe

A las siete, empieza a llover.

viernes, 23 de mayo de 2008

19-2000

Los paseos en bicicleta están en peligro de extinción, en estos tiempos. Puede ser lunes y los monos se pasean por la calle con cara de desvelados, y el maletín en mano.

Son tantas deformaciones que ya ni sé en qué tipo de mundo, ni en qué año vivimos.

miércoles, 21 de mayo de 2008

resumiendo

es mayo
es abril
es la nieve que se aferra al pestillo de la ventana
es la gota de lluvia negra que se aplasta contra tu cara

es manipulación
es coincidencia
es el piano que tocas a media luz la noche entera
son las hojas gastadas del libro de segunda mano sobre tu mesa

es decepción
es rencor
es la coartada que usas siempre que quieres alejarme porque te aburre mi presencia
es tu caricia escurridiza que se cuela por mis piernas

es un ojo
es abrazo
la uña carcomida en espera postergada
el vaso y la copa abandonados mientras compartíamos la cama

es un verso
es poesía
es la rima que tanto odias
porque es repetitiva y ciclada

es verano
el otoño de un abrazo
duró un año, o algo así:
es el recuento de los últimos días,
antes del volver a comenzar

lunes, 19 de mayo de 2008

la insistencia de la sombra

Escribía en los billetes de lotería las palabras que pensaba en decirle cuando lo viera de frente, o los versos que se le ocurrían mientras lo veía dormir, en los papelitos que le sobraban cuando le daban el comprobante de pago, o las servilletas del café.


Publicarlo ahora o guardarles para mañana... Pero al final, siempre las tiraba. Con ellas envolvía las bolsitas de té.


Y se decía:
Otro día, después.

De cualquier modo, las palabras insistían en acecharla. Se arremolinaban en su cara, en sus manos, en la rodilla.

Y cuando le veía, y él preguntaba que en qué pensaba, ella seguía cometiendo la estupidez de responderle: "nada".

Por fin, un día, cuando reunió el coraje suficiente para decirle lo que pensaba, lo que quedó se le antojó hueco. Ya no había palabras. Quedó la sombra. Entonces se fue porque todo se sentía tan ligero que decidió que no podría volver a describir su amor.

Bastaba ver el reflejo de sus ojos en los suyos para no volver. Jamás.

domingo, 18 de mayo de 2008

Moderar comentarios

La oscuridad engulle la vista
opaca la luz reflejada en nuestra almohada

yo me deslizo de nuevo
hasta tus brazos
hasta que me ahogo en tu abrazo

te beso hasta morir
para que cuando alce la mirada y no vea nada
no sienta el vacío adjunto a la negrura de estas noches

y antes de descifrar tus gestos
tus caricias
prefiero reclinarme en tu abdomen
tu espalda
y mirarte dormir

desde el primer beso
el primer suspiro arrebatado a la fuerza
he estado pensando
en el día que nos habremos de destruir

por eso prefiero verte a los ojos
mirarte fijamente
sin pensar en nada

desde ahí la oscuridad se ve mejor

miércoles, 14 de mayo de 2008

La fenêtre

Me reclino en el sillón mientras te observo tocar el piano. Tus manos corriendo de una tecla a otra, cantándole canciones a la ventana. Hace falta el acordeón y hace falta el violín y la guitarra para que pudiéramos volver enteramente a París. O mínimo a la calle Londres esquina con Amsterdam, en la Condesa; a ese café en el que mientras cenaba pasta y lasagna con huevo me dí cuenta lo mucho que te necesitaba, y cuánto quería que estuvieras conmigo en esa mesa, mirándome de frente, tomando de la misma copa de vino. El día en que decidí romper el silencio en el que nos habíamos sumergido, para que nos reuniéramos a pasar juntos la noche del 24. El día en que comenzamos a vivir juntos, y la primera vez que hicimos el amor... (con amor).

Después, pasó el tiempo. Noches, días, cenas, almohadas, camas, discos nuevos, y llegamos de nuevo al momento en el que te miro frente al piano, concentrado en componerle canción a la ventana del comedor.

domingo, 11 de mayo de 2008

Marlene Dichter

todo le festejaban a la idiota
el pie
el brazo
la uña machucada de la mano

cualquier palabra justificaba un abrazo
"baba"
"perrrrrro"
"güevo"
"cedeza"

cuando se paró en el escenario
con la canasta en las manos
la falda larga, y los moños de tocado
nadie supo articular palabra
ni aplaudir
por miedo al espectáculo

cuando giraba ondulando la falda
dando vueltas
arrojando y recogiendo flores
todos los viejos se retorcían de risa

todos, excepto un personaje en la tercera fila

cuando la idiota salió en el último acto
y comenzó a bailar
era tan desinteresadamente irreverente
tan inocentemente bello
y patético
el rostro, los movimientos que salían de su cuerpo
que el auditorio entero se puso a llorar

el personaje de la tercera fila,
se incorporó de un salto
salió del lugar

al llegar a su casa
se suicidó

era el papá de la idiota
era el día que por primera vez veía a su hija

prodesse et delectare

era una paja, absurda
volando entre ramas y alfalfa
era amarilla y sin vida
y las hojas de tulipán le eruptaban
en su cara

era un militar en tierra de nadie
con dos abismos a sus lados
y alambre de púas amarrado a sus dientes
trincheras que le condenaban
sin más pecado
que querer regresar a su hogar

era un poeta sin manos
sin boca, y cojo
como un ratón rodeado de serpientes

encontró a la tortuga marchita
el caparazón a punto de podrirse
era más pequeña que la palma de su mano

la paja triste empezó a llorar

la tortuga había amanecido entre los troncos
tal como amaneció el soldado, fusilado en la trinchera
como cualquier pedazo de tierra
pequeña, oculta

los pájaros se comieron su carne
la escupieron a sus bebés pajarito en la jaula oxidada

dejaron hueco el caparazón
y las cuencas de los ojos del soldado

domingo, 4 de mayo de 2008

Gravity won't get you high

So you were downstairs, trying to clean the table
and you found the white dust in the kitchen
It was only milk for the baby, dear
You were sober and you ain't mad
gravity won't get you high

Era una canción gris y malvada para un cielo colmado de nubes color hueso. Violeta tenía frío. No se había bañado ni tampoco había tenido la decencia de quitarse la ropa que traía desde el día anterior. La botella de vodka frente a ella, e inmediatamente a lado, estaba Andrea.

Mario estaba tumbado en el sillón, refunfuñando para sí mismo. Que si tenía trabajo de más en la oficina, que si los papeles del registro. Violeta lo mira y sonríe lacónicamente mientras acerca otro vaso a sus labios. No puede ser que él se esté convirtiendo en un señor. Llega demacrado del trabajo, se levanta enojado porque habrá tráfico. Le reclama a la radio por anunciarle desgracias como el que los intereses hayan subido en un 7% y que la bolsa haya caído 2 puntos. Si seguía así, lo más seguro es que ella terminara sacándolo de la casa. Para economistas, podía ir a vivir con los vecinos.

Andrea era la hermana menor de Alejandro, el que se murió al caerle una piedra en la cabeza mientras hacía una excursión de montaña. Violeta lo conocía porque estuvieron coincidiendo durante varias ocasiones en el metro. Luego a Violeta se le cayó un paquete de libretas y Alejandro, todo un intento de educación, le ayudó a recogerlas. Violeta no podía sino responder a ese gesto invitándolo a cenar en su piso.

Resultó que Alejandro era de esos licenciados normales que toda la gente conoce, pero tenía ese complejo de boy scout. En realidad ganaba más dinero de guía en los recorridos a la montaña que siendo asistente ejecutivo del vicepresidente del departamento de relaciones públicas. Lo que sí le asqueaba era que la mayoría de las veces lo contrataban mujeres cuarentonas que querían "un deporte más extremo". Pero con tal de que le pagaran, pues iba.

Eso le contó a Violeta, pero ella pensaba que en cierto modo se sentía orgulloso, y su ego se revitalizaba, cada vez que decía "soy guía de mujeres cuarentonas".

Dejando de lado su lado terriblemente egocentrista (pero bueno, quién no lo era entonces), Alejandro era agradable. No contaba las mismas pavadas que la mayoría de los hombres intentan decir cuando les gusta alguien. Nada de cumplidos idiotas ni sonrisas ensayadas. Tal vez por eso Violeta se sentía cómoda cuando lo veía. Sabía que nunca podría trascender más allá de las visitas esporádicas, pero no le interesaba. Por él comenzó a coleccionar fotografías de montañas, que aún seguían colgando en una de sus paredes del estudio. Adquirió el hábito de comer zanahorias y usar ropa holgada. (Alejandro le retó a que comiera zanahorias y comprobara si era verdad o no que la piel se coloraba más naranja, y también le decía que le gustaba ver sus bracitos flacos colgando de blusas guangas.)

La verdad es que Alejandro murió en el accidente y Violeta no se volvió ni un poquito más naranja, pero las siguió comiendo de todos modos. Las blusas aguadas fueron remitidas a lo más profundo de su closet después del funeral, pues ya no tenían nadie más a quien agradar.

En ocasiones, antes de dormir, o cuando el día está inusualmente despejado y las montañas le roban una mirada, Violeta se queda contemplando los riscos y se pregunta exactamente el cómo habrá muerto Alejandro. Sí, una piedra grande le golpeó la cabeza. Sí, la piedra estaba floja y el estaba escalando. Pero, ¿le pegó en la ceja, en el cráneo, la frente? ¿Se desangró consciente o ni siquiera sintió que estaba muriendo? Se lo imagina cayendo de bruces, con las dos manos estrechadas contra la cabeza, los ojos medio cerrados, y corriendo entre las plantas y perdiendo el sentido de ubicación de vez en cuando hasta, cuando las rodillas le flaquean, se dobla contra el piso, se traga uno de esos gritos de dolor punzante por la herida en la frente, y se queda boca arriba con los brazos doblados, luego extendidos, llorando de dolor hasta que las lágrimas le nublan la vista y él se queda dormido hasta que finalmente puede morir.

La gravedad. Por culpa de una piedra, lo que puede suceder.

Violet Hill

I took my love down to Violet Hill
There we sat in snow
All that time she was silent still

Violeta miraba las gotas que caían del encino mientras Mario se vestía. Recostada en la cama, pensaba en la película que vieron la última vez que fueron al cine. La actriz fue asesinada, brillantemente asesinada. La declararon enferma, y los perros le comieron ls piernas. Violeta recuerda también que Mario intentaba besarla, pero ella desistía. Dócilmente intentaba rozar sus labios, alcanzar su boca, hasta que se desesperó y con una fuerza maldita la tomó de la mandíbula con su mano derecha y le hizo voltear a mirarlo. Nunca a nadie le había dado un beso a regañadientes. Fue un beso grosero, con sabor a palomita. Un beso corrioso y urgido, que gritaba la furia contenida de Mario por ser desdeñado.

No la quería, no la quería. Pero cómo deseaba tocar su cara, besar su cuello, tomar su mano. Y Violeta permanecía quieta, respondía a los besos, aceptaba su mano. Pero nunca suspiraba, ni lo miraba. No le hablaba. Violeta-Pérfida era como una de esas sombras rebeldes, que en lugar de seguir a su dueño, caminaban a su lado como queriendo escapar de él.