viernes, 14 de marzo de 2008

Le train


Durante dos horas cayó la lluvia, y Daine se quedó pegada a la ventana, observando las gotas que se apelmazaban en el vidrio, en el suelo, en el césped. Le hubiera gustado encontrar una explicación a la canción que escuchaba cada vez que llovía, pero llegó a la conclusión de que no todo debería tener una.


Al menos, no todo lo que ella pensaba.

Había llegado a un punto en el que había traspasado el límite de lo racional, y se hallaba flotando entre los desvaríos y la falta de sentido, en un tren...


Esperaba que al llegar denuevo a Francia, y buscando pistas en Montmartre, podría por fin descubrir el secreto de la luz que se enclaustra en cada fotografía que tomaba.


Mientras ella ponía su mano en la ventanilla, mientras ella exhalaba para escribir su nombre en el vaho que se quedó en el cristal, en uno de los infinitos teatros de parís, Malena bailaba.


Con el sonido de un tren que se aleja cada vez más de la estación, y con el constante recuerdo del libro olvidado en esa banca, Malena hacía el esfuerzo por sonreír, y olvidar los intentos frustrados en el escenario. Cuidaba que no se fuera a caer, mientras el público aplaudía. Con sus giros, daban vueltas también infinidad de cajas de juguetes y muñecas de trapo y porcelana. Los arrullos para irse a dormir, los lirios que crecían en la terraza...


Las manos, frágiles, graciosas, dibujaban en el aire mareas de agua y vientos de ensueño. Los pies se movían en un vaivén desesperado, pero su rostro emanaba tranquilidad, consuelo. Malena le bailaba a la infancia, a sus recuerdos llenos de añoranza y a sus memorias. Malena le bailaba a su soledad.


El tren se detuvo con un suave chirrido que aturdió los oídos de Daine por varios segundos. Pero todo eso se le olvidó cuando levantó la vista de los escalones del vagón, y se topó frente a frente con Jan.


- Creía que no me esperabas. - Le dijo, mitad desafiante y mitad contrariada.

- Yo igual. - Se limitó a decir él con suavidad.

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