martes, 11 de marzo de 2008

Fate's Barbecue


Acción/Reacción
todo lo que sube, tiene que bajar

Manuel ya no me saluda en las mañanas
como solía hacerlo todos los días.
Ahora pasa de largo y no se preocupa por sonreír,
si me lo llego a cruzar.



Creo que es por la vez que yo dije que aborrecía sus cuadros
y comparé con sorna los retratos que hacía
a los garabatos sucios de mi prima pequeña, Inés.



O tal vez por las incontables ocasiones
en las que lo miraba con desdén,
y mientras él me hablaba, yo perdía mi vista en la ventana,
en la puerta,
en mi cabello.



Posiblemente sea que me ignore ahora,
pues se ha dado cuenta de mi insoportable temperamento
y de mis vagas e inconsistentes ideologías
que se dedican a contradecir sus premisas de viejo enfermo.



Manuel venía en las tardes a visitarme a mi casa
y traía ramos de flores bellos.
Se marchaba derrotado, después de un cuarto de hora
cuando yo ya me aburría,
y él no tenía nada qué decir.



Al menos me daba risa, verlo ir y venir
de mi casa al trabajo, del trabajo a la fiesta,
siguiéndome a cualquier lado, al que yo quisiera
y nunca le oí quejarse, sus gestos siempre fueron los mismos



Pero hoy, que ya es de noche, que estoy cansada
y los ojos se me nublan de lágrimas mientras cruzo la calle,
Manuel está afuera de su casa.
Me ve y se da la vuelta,
y me deja varada en la acera, sola,
mirando el camino vacío y su espalda.



Y no puedo evitar sonreír de nuevo
y maravillarme de los azares del destino,
porque ahora es él quien se burla
de mi frente sudada y llena de angustia.


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