jueves, 29 de mayo de 2008

Stellet licht

Pusieron los papeles a su nombre, mientras ella se resquebrajaba de fiebre en el hospital. Pero había tenido siempre esa eterna y constante luz silenciosa que les hacía creer que se iba a recuperar. Mientras tanto el notario firmaba, y Marlène vomitaba sangre en el bote de basura al lado de su cama. Tenían la vaga pero permanente convicción de que pasados los vómitos, ella podría irse a su casa, continuar con el tratamiento, el baile. El doctor había dicho que a su edad, a pesar de su condición, Marlène sería capaz de valerse por sí misma. La madre podría entonces reclinarse al fin en su hamaca y pensar para regocijo de sí misma que pudo con una hija desquiciada, que lo que pasara después ya no sería su culpa pero que podía reclamar de vuelta las atenciones invertidas durante dieciocho años cuando ella tuviera unos ochenta...

El dinero que se ahorraría, las cosas que se compraría con él. Incluso podría marcharse a la playa, pagarse un tour. Invitar a aquel susodicho amante a vivir con ella de tiempo completo, sin interrupciones de índole maternal...


"La esperanza muere al último."

Cierto, Marlène murió primero.

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