domingo, 4 de mayo de 2008

Gravity won't get you high

So you were downstairs, trying to clean the table
and you found the white dust in the kitchen
It was only milk for the baby, dear
You were sober and you ain't mad
gravity won't get you high

Era una canción gris y malvada para un cielo colmado de nubes color hueso. Violeta tenía frío. No se había bañado ni tampoco había tenido la decencia de quitarse la ropa que traía desde el día anterior. La botella de vodka frente a ella, e inmediatamente a lado, estaba Andrea.

Mario estaba tumbado en el sillón, refunfuñando para sí mismo. Que si tenía trabajo de más en la oficina, que si los papeles del registro. Violeta lo mira y sonríe lacónicamente mientras acerca otro vaso a sus labios. No puede ser que él se esté convirtiendo en un señor. Llega demacrado del trabajo, se levanta enojado porque habrá tráfico. Le reclama a la radio por anunciarle desgracias como el que los intereses hayan subido en un 7% y que la bolsa haya caído 2 puntos. Si seguía así, lo más seguro es que ella terminara sacándolo de la casa. Para economistas, podía ir a vivir con los vecinos.

Andrea era la hermana menor de Alejandro, el que se murió al caerle una piedra en la cabeza mientras hacía una excursión de montaña. Violeta lo conocía porque estuvieron coincidiendo durante varias ocasiones en el metro. Luego a Violeta se le cayó un paquete de libretas y Alejandro, todo un intento de educación, le ayudó a recogerlas. Violeta no podía sino responder a ese gesto invitándolo a cenar en su piso.

Resultó que Alejandro era de esos licenciados normales que toda la gente conoce, pero tenía ese complejo de boy scout. En realidad ganaba más dinero de guía en los recorridos a la montaña que siendo asistente ejecutivo del vicepresidente del departamento de relaciones públicas. Lo que sí le asqueaba era que la mayoría de las veces lo contrataban mujeres cuarentonas que querían "un deporte más extremo". Pero con tal de que le pagaran, pues iba.

Eso le contó a Violeta, pero ella pensaba que en cierto modo se sentía orgulloso, y su ego se revitalizaba, cada vez que decía "soy guía de mujeres cuarentonas".

Dejando de lado su lado terriblemente egocentrista (pero bueno, quién no lo era entonces), Alejandro era agradable. No contaba las mismas pavadas que la mayoría de los hombres intentan decir cuando les gusta alguien. Nada de cumplidos idiotas ni sonrisas ensayadas. Tal vez por eso Violeta se sentía cómoda cuando lo veía. Sabía que nunca podría trascender más allá de las visitas esporádicas, pero no le interesaba. Por él comenzó a coleccionar fotografías de montañas, que aún seguían colgando en una de sus paredes del estudio. Adquirió el hábito de comer zanahorias y usar ropa holgada. (Alejandro le retó a que comiera zanahorias y comprobara si era verdad o no que la piel se coloraba más naranja, y también le decía que le gustaba ver sus bracitos flacos colgando de blusas guangas.)

La verdad es que Alejandro murió en el accidente y Violeta no se volvió ni un poquito más naranja, pero las siguió comiendo de todos modos. Las blusas aguadas fueron remitidas a lo más profundo de su closet después del funeral, pues ya no tenían nadie más a quien agradar.

En ocasiones, antes de dormir, o cuando el día está inusualmente despejado y las montañas le roban una mirada, Violeta se queda contemplando los riscos y se pregunta exactamente el cómo habrá muerto Alejandro. Sí, una piedra grande le golpeó la cabeza. Sí, la piedra estaba floja y el estaba escalando. Pero, ¿le pegó en la ceja, en el cráneo, la frente? ¿Se desangró consciente o ni siquiera sintió que estaba muriendo? Se lo imagina cayendo de bruces, con las dos manos estrechadas contra la cabeza, los ojos medio cerrados, y corriendo entre las plantas y perdiendo el sentido de ubicación de vez en cuando hasta, cuando las rodillas le flaquean, se dobla contra el piso, se traga uno de esos gritos de dolor punzante por la herida en la frente, y se queda boca arriba con los brazos doblados, luego extendidos, llorando de dolor hasta que las lágrimas le nublan la vista y él se queda dormido hasta que finalmente puede morir.

La gravedad. Por culpa de una piedra, lo que puede suceder.

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