lunes, 25 de agosto de 2008

Ahora

Ahora que te pienso, ya no veo nada, sólo te dibujo.

Te imagino como el fénix que cada mañana se quema ante el espejo para levantarse de sus cenizas... Sin miedo, sin espirales, sin brillo. Sólo el fuego de vida que emite su mirada, y esa voz lastimera y lánguida con la que anuncia el principio de sus nuevos días.

El fénix llora antes de que su ciclo recomience: llora de agonía para anunciar su muerte, y prepara la aveniente belleza de su nueva vida.
Y yo que te vi llorar a través de tus letras, de tus miradas, de tus manos rotas y tu cabello crecido.

Con barba, sin barba.
Con lentes, sin ellos.
Con ropa, desvestido.

Yo que te vi caminar descalzo, andando entre vidrios rotos, cual vagabundo sin esperanza. Cayendo en el vacío de no encontrarte, y aun así no saberte completamente perdido.

Yo que sentía no poder llorar contigo, y que ansié sacarte mil y un veces de aquel pozo encharcado en el cual te hundiste hasta los ojos. Ahora que te pienso, no llega a mí ni un asomo del hombre que fuiste.

Para mí ya no eres hombre.

Ahora, para mí sos como el fénix, que fuerte y bello se eleva para combatir con fuego cada madrugada.

No recuerdo nada más.

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