martes, 1 de julio de 2008

La derrota

Es la historia de un hombre que se cansó de intentar hacer un esfuerzo, y abrir los ojos cada mañana. Así pues, hubo de quedarse ensimismado, con los ojos cegados por la furia, el coraje, el asco de cada madrugada.

Con la caída, pensé que se hastiaría de una vez por todas de sus vicios.

El mendigo derrotado, con lágrimas en los ojos, botella en mano. Suplicaba y gritaba a pulmón abierto. Sollozaba y maldecía a todos: al karma, a Dios, al país, al vecino. Y me pedía amor al tiempo que rozaba mi mano, acariciaba mis cabellos, susurraba canciones a mi oído...

Era un bastardo hermoso, con ojos profundos de melancolía contemplativa y labios delgados. Y yo lo amé. Lo amé tanto que las lágrimas hubieron de salírseme por los ojos mientras él, furioso, desquitaba su ira contra el transéunte que compartía con nosotros la acera. Mientras yo pensaba que era muy difícil explicar esa necesidad de aferrarse a lo físico, de escupirle a lo que no se parece a uno mismo, del futuro y el pasado colapsando nuestro presente.

Luego me le quedé viendo al mendigo, y comencé a llorar.

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