las memorias las guardo en mi mochila,
cada vez que miro hacia un sitio distinto y digo:
es hora de partir.
no en papel, ni en fotografía;
las guardo en el fondo del bolsillo,
las llevo impregnadas en la ropa.
cada hoyito del pantalón,
cada hilo colgando del suéter
están en los puños de las camisas
en los botones faltantes
y en los remiendos improvisados
están en mis manos resecas y en mi cara asoleada
se notan en las manchas de mi piel
y en estos ojos que lloran
cuando ven campo, o ven ciudad
a sabiendas que no hay regreso:
no sabrían a dónde ir
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