No es de sorprender que te retrate mentalmente en bicicleta, ni tampoco que por inercia coloque una boina sobre tu cabeza cada vez que te recuerdo. Lo que quizá sea capricho propio es el caracterizar tu piel con un toque de oliva, colorear tus ojos de aceituna. Ésa sería tu versión, toscana.
Sucede que el día de hoy me siento abismalmente abandonada. Inició desde que decidí traer esos zapatos de tacón negro a mi casa, cuando las sudaderas se cambiaron por gabardinas y las chamarras por abrigos. Quedará acaso un pantalón de mezclilla, en memoria de mis fachas de antaño. Cada día que pasa, mientras más recorro de ida y vuelta los mismos sitios, cruzo los mismos puentes, espero el mismo vagón en la misma estación, me siento más desorientada.
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