Berenjena no tiene qué comer.
Es pobre, fan del migajón de los bolillos y de las palabras mayas.
Berenjena odia el teatro cotidiano porque no está escrito. Uno nunca podrá volver a recrear tal o cual escena porque ya no existe, se esfuma en el momento y no se repite.
Berenjena es hombre, pero quisiera ser mujer.
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