Está sentado con las piernas recogidas y mirando cabizbajo sus tenis enlodados. Recuerda entonces la vez que no entró al museo para terminar forcejeando con aquel Alejandro que le quería quitar sus lunares; la vez que llegó tarde a su casa y no había nadie por lo que hubo de colarse por la única ventana que dejaron abierta. Maldita gente...
Las personas se mueven como hormigas, deambulando con pereza sobre el terreno que ya conocen y donde no hallan nada relevante. Incluso las parejas tendidas a lo largo del parque saben de cierta manera que no hallarán nada nuevo en las caricias propinadas hoy (o mañana), ni en el rostro o la voz atrás, encima, o a un costado de ellos.
En lo que observa no existe algo rescatable de lo cíclico. Bueno, quizá el niño que corre frustrado a lo largo del jardín principal, abrumado por su papalote que, a pesar del viento, se rehúsa a volar.
Las flores moradas de la jacaranda siguen cayendo. Él se recuesta, mitad enfurruñado, mitad hastiado, y se pone el gorro de la sudadera para ocultar su cara.
1 comentario:
no dejes morir tu blog =)
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